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Gasherbrum II 2006

DIAS CLAROS EN EL KARAKORUM

28 – 07 – 06                                                                     Campo Base.

 

CRONICA DE UNA ASCENSION

 

“DIAS CLAROS EN EL KARAKORUM”

  

Los días que acabamos de vivir creo que los conservaremos todos nítidos y claros como los amaneceres en estas montañas del Karakorum.

 

La noche del 22 fué, como todas, fría. El nerviosismo en los cuatro de cordada se mascaba, se podía cortar con una navaja. No falta nada en la mochila. No te puedes permitir ese lujo. Va llena de ilusión, de ganas de alcanzar nuestra meta, de fuerza salida del entrenamiento y del apoyo de nuestros amigos y familiares estén donde estén.

A la 1:30 h de la madrugada partimos glaciar arriba. Los nervios desaparecen el instante, quizás aplastados por el peso que aguantan nuestros hombros. De momento no se ven más linternas detrás nuestro. Pronto alcanzamos el principio de la cascada de seracs. Como ya imaginábamos, ha cambiado muchísimo desde que bajamos por ahí hace solo tres días. Nos adelantan Mario y su compañera andaluza. Van hacia cumbre, como nosotros. Están fuertes como rayos y nos marcan perfectamente la ruta.

 

Cuando llegamos al Campo 1 ya hace un calor agobiante. Intentamos hidratar como podemos y con ello empujar hacia el estómago un par de barritas energéticas que se niegan a pasar de la garganta. El plan es subir a dormir al Campo 2 y tenemos aún mucho día por delante.

Acabamos de cruzar lo que nos queda de plató y antes de emprender las primeras rampas siento un apretón que me obliga a agacharme. Será la última vez que lo haga hasta alcanzar de bajada el Campo Base.

 

Al rato alcanzo a Fernando que va tocado, igual que yo. El peso de la mochila nos hace hundirnos hasta las rodillas en el agotamiento. La última rampa hasta el Campo 2 se hace eterna. Me salvan la cuerda fija y mi brazo izquierdo.

Cuando llego ya hace dos horas que están allí Alberto y Kiko. Fernando me ha sacado 30 minutos. Completamente desfondado dudo de que al día siguiente mi cuerpo pueda responder a otro esfuerzo similar. Escasamente puedo descalzarme y quedo adormilado sin poder ayudar a mis compañeros a deshacer nieve. En tres horas no soy persona. Tengo que descansar y recuperar fuerzas como sea. ¡Cenar! ¡Cenar! ¡CENAR!.

 

El día siguiente, 24 de julio, amanece radiante. Tenemos que subir al Campo 3. Cruzamos a buena hora el primer muro vertical y la siguiente zona de grietas. A partir de ahí nos desencordamos pues nuestro ritmo es diferente y la ruta está “bien” asegurada con cuerdas “fijas”. Subo muy despacio, pues, aunque la mochila cada vez pesa menos, la huella es muy vertical y el día de ayer me pasa factura.

 

Me cruzo con Jordi (Corominas) que baja de hacer cumbre el día anterior: ¿Qué tal por el G IV? ¿Quieres una barrita, un trago, un cigarro?.

En esa media hora, toma fuerzas para afrontar la última rampa que me deja, una hora después de los demás, en el Campo 3 a 7.000 m.

 

¡Que paisaje! ¡Que bestialidad! El glaciar de Baltoro, las Torres al fondo, el Masherbrum, el Chogolisa,; más allá en la India, el K – 7 y un montón de picos que “mía qui mi sío” como se llaman; A un lado el G – I, al otro el G – IV y encima de nosotros, mil metros más arriba, nuestra ansiada cumbre del G – II.

 

Ya, después de cenar, llegan Mario y Gina de la cumbre. La han alcanzado desde el Campo 2 y bajan muy cansados. Para mi alegría me pide un cigarro y aprovecho la excusa para acompañarle. Mientras, su compañera se descalza y examina sus maltrechos pies. Mario se sonríe cuando cojo su colilla y la mía y me las meto en el bolsillo. Al poco los vemos desaparecer camino del Campo 2. Fuertes como el vinagre.

 

Cuando se va el sol desaparecemos todos a nuestras tiendas. Ya está todo preparado para el día decisivo: La mochila con dos litros de agua protegida como se puede para que no se congele, las barritas a mano, las cámaras en su sitio, calentitas.

 

Enfundados en nuestros monos de plumas, apenas cabemos en el saco hasta la cintura. Más abajo, también dentro del saco, los botines y las manoplas encajadas hasta el hueso del tobillo. Es un duermevela que aprovecho como bebé en el regazo de su madre.

 

A las 22: 30 h , más o menos, me despierta Alberto y salto como un resorte. Hay que moverse rápido pues la temperatura es bajísima. No quiero saber los grados que hace.

 

Las primeras rampas sirven para desentumecer los músculos. Enseguida las cuerdas nos estiran hacia el espolón rocoso. Saltan chispas de las puntas delanteras de los crampones. Creo que es mejor que sea de noche para no ver lo que tenemos alrededor.

 

¿De qué cuerda me agarro? Agradezco que Alberto pase delante. Su linterna a treinta o cuarenta metros por encima de mí y los pequeños tirones que la cuerda sufre de su “jumar”, me marcan cual elegir. Intento siempre estar “agarrado” a más de una.

 

Por debajo, cerca, veo las linternas de Kiko y Fernando. Vamos bien, jadeando.

 

Por fin la linterna de Alberto se pierde en un cambio de inclinación. Ha superado el espolón rocoso. Todos lo hacemos al rato. No más cuerdas ponzoñosas.

 

El Campo 4 se muestra fantasmagórico en la oscuridad. Todos son restos de tiendas y demás enseres abandonados años atrás y que el viento y la nieve se han encargado de deformar a su antojo. Solo una tienda es reciente y está habitada por tres polacos que salen detrás nuestro hacia la cumbre.

 

¿Cuándo va a amanecer? Tenemos los pies helados. El vaho ha hecho una capa de hielo en todo el contorno de la capucha del mono. La travesía por debajo de la pirámide cimera es, como ya intuíamos larguísima y la huella, ascendente, nos hace ganar desnivel pasito a pasito.

 

Me siento. No quiero cerrar los ojos. Me adelanta el primer polaco. Unas palmadas de ánimo en mi hombro. No puede parar: Tiene los pies como una piedra.

 

“No cierres los ojos que te duermes”. Haz una foto. “¡Que no cierres los ojos!”.

 

Ya amanece. Ahora sí: Hago un par de fotos, bebo, una barrita. No puedo tragarla. Se me hace bola. La visión del amanecer es sobrecogedora. ¡Que planeta!.

 

Al salir de la travesía nos da el sol en la cara. “¡Ay Lorenzo, que grande que eres!.

 

Allí está Alberto esperándonos. Nos juntamos los cuatro y nuestros pies vuelven a ser pies.

 

Nos falta aclimatación. Siempre falta. Dudamos de nuestra elección y de nuestro éxito.

 

Alberto tira para arriba. La última pala. 300 y pocos metros y es nuestra. Yo sé que si me doy la vuelta no podré volver a subir. Arranco a duras penas y veo que al poco lo hacen Fernando y Kiko.

 

Apenas puedo enlazar cuatro pasos seguidos. Paro sin dejar de jadear en ningún momento. ¡ No cierres los ojos!. Alguien me empuja hacia arriba. Gracias Pala. Otros cuatro pasitos.

 

¡Que susto! Para que habré cerrado los ojos.

 

Alcanzo la última cuerda fija a la vista. La camisa está destrozada. Enrosco su alma de nylon en mi guante y voy tirando hacia arriba. Alberto llega a la arista: “¡Javichu! ¡Cinco minutos a cumbre, ánimo!”.

 

Sus palabras me dan alas, pero no las puedo mover. Media hora más tarde llego al anclaje. Veo la cumbre y en ella mi amigo, mi Comandante, mueve los brazos. Cien metros de arista. Buena huella. Una cuerda naranja de plástico (de las de tender la ropa) que decido ni tocar. La voy pisando (Miedo). Clavo el piolet hasta más arriba del reloj y poco a poco voy acercándome.

 

Lo he conseguido. El abrazo con mi amigo es largo, fuerte, como si se lo diera a un montón de gente a la vez. Cuando nos soltamos las lagrimas no me dejan ver con claridad. Una arcada me hace vomitar el último trago que dí. Odio el agua con sales.

 

Con intervalos de casi media hora hemos llegado los cuatro a la cumbre. Estamos tocados. El paisaje a nuestro alrededor nos abruma. Foto aquí, foto allá. Banderines. Sonrisas, lagrimas. Me olvido de hacerme una foto yo solo, y es que en ningún momento lo he estado. Las 9 horas de ascenso han sido demoledoras, pero nunca he estado solo.

 

Un gel (que hace menos bola), un trago y a lo más complicado: BAJAR.

 

Lo hacemos en el mismo orden. A mitad de pala me alcanza Fernando y me adelanta: “Ten cuidado, despacio”.

 

Poco a poco alcanzamos el falso llano que nos marca el giro a la derecha y el inicio de la travesía. Kiko se ha quedado muy retrasado. Fernando se queda a esperarle y Alberto y yo seguimos descendiendo. El perder altura no me hace alcanzar la lucidez mental que me gustaría. Tengo que para a quitarme el mono pues estoy sudando demasiado.

 

Alcanzo a Alberto en el Campo 4 y me da la mala noticia. Kiko se ha caído y se ha hecho daño en el cuello y en un tobillo. No se puede mover. Cae sobre mí una losa de desasosiego que como un efecto dominó ha recorrido toda la montaña hasta el Campo Base, vía radio.

 

Alberto está más lúcido y más fuerte que yo. Su experiencia le hace reaccionar. Los polacos nos dejan una tienda y un saco. Kiko no se puede mover y va a ser inevitable un vivac a 7.700 m.

 

No puedo dar ni un paso hacia arriba. Impotente, veo como mi compañero va tirando hacia arriba, y bien cargado. Intento empujarle con la mirada, pero es inútil. Me tengo que volver a poner el mono pues me he quedado frío.

 

Frío y ahora si, solo, arranco hacia abajo. Tengo que llegar al Campo 3. Alcanzo las cuerdas fijas del espolón rocoso. Despacio, acojonado, voy perdiendo altura. Cuando por fin alcanzo la nieve veo que suben Juan Manuel y Jesús.

 

Ya no van a cumbre. Van a ayudar a Kiko. Medicinas, un saco, … . Los polacos, que bajan muy por delante de mí, no les han dicho ni Pamplona. Les explico lo que le queda hasta el Campo 4 y pregunto que más saben pues yo solo sin radio no hago más que especular sobre la situación. Me informan que Julio y Jorge, nuestro médico, están llegando ya al Campo 3. Quique desde el Campo Base ya ha mandado hacia arriba el colchón de vació y un collarín. El engranaje del grupo está funcionando.

 

Alcanzo el Campo 3 donde engullo todo el agua que habíamos dejado preparada para los cuatro. Al rato llega Jorge con su “pedazo de botiquín” y su “saber que hacer”. El día del Apostol casi ha dado todo lo de sí que podía dar.

 

La noche se hecha encima. La temperatura cae en picado. Por encima nuestro sabemos que los únicos que están son Jesús y Juan Manuel en el Campo 4, con una tienda y un saco para los dos y más arriba, a casi 7.700 m, Alberto y Fernando rodean a Kiko con tres monos de plumas y un solo saco. Lo que pasaron esa noche solo lo saben ellos.

 

Yo, que creía que iba a caer redondo, no puedo dormir. Jorge a mi lado tampoco. La radio, muda, aún crea más dudas. Probablemente la habrán apagado para no gastar más batería de la necesaria.

 

Poco a poco amanece. ¿Qué estará pasando?. Tengo que fumar. Estoy, estamos, nerviosos.

 

Para entonces, Juan Manuel ya ha salido hacia donde está nuestro amigo accidentado. Jesús no puede, lo que da muestra del frío que ha pasado.

 

Kiko parece que puede moverse y va bajando por sí solo, vigilado de cerca por sus dos compañeros de noche. El alegrón es considerable. Y decidimos arrancar a su encuentro. Julio, a su ritmo, parte el primero. Detrás, el médico y yo.

 

Cuando Kiko alcanza el Campo 4, Jorge decide darse la vuelta y esperarle en el Campo 3. Nunca ha estado tan alto y la prudencia le empuja a hacerlo. Julio queda en mitad del espolón, protegido de la caída de piedras. Sigo hacia arriba con la única idea de coger la mochila de Kiko. Rapelar esas lajas con las botazas y crampones y un esguince en el tobillo va a ser lo peor.

 

Al verme todos me saludan. Buena señal. Kiko intenta sonreirme y de veras que lo consigue. Siento un alivio por dentro mejor que la sensación de hacer cumbre.

 

El descenso sigue siendo lento pero sin parar alcanzamos los 7.000 m. El médico por fin puede tratar a su amigo.

 

Desmontamos lo que queda nuestro y aunque es tarde y la nieve ha transformado por el calor seguimos bajando hacia el Campo 2. Un porteador nos ayuda a bajar material. Algún susto que otro, pues las grietas se abren bajo nuestros pies y a las 17:00 h lo conseguimos. Allí están el collarín y el colchón que Quique había mandado hacia arriba.

 

Como no cabemos en nuestras dos tiendas, Jesús, Julio y yo, decidimos seguir bajando. Ver que Kiko está mejor, con el médico, nos hace bajar tranquilos. Las conversaciones son más distendidas. Son las 18:30 h. Una sopa, un té y a dormir, está vez sí, como benditos.

 

El 27 por la mañana volvemos a juntarnos todos bien temprano en el Campo 1. La meta es el Campo Base y hay que partir cuanto antes pues el cambiante glaciar nos acecha con sus tremendas grietas.

 

Al mediodía estamos en “casa”. Kiko muestra, en su cara de niño malo, una expresión mezcla de alegría y agradecimiento que da gozo verlo.

 

Las celebraciones esa noche duran hasta altas horas, concretamente hasta las 23:30 h. Alberto, tras cinco años de intentarlo, descorcha la botella de cava de rigor. ¡Se ha conseguido pisar un 8.000 m y bajar para contarlo!.

 

Esta es mi versión de lo sucedido. Simple y llanamente lo que paso a mi alrededor. Obviamente no puedo saber que pasó donde yo no estaba. Pero lo que sí sé es que el grupo ha funcionado como una piña y me enorgullece decir que todo el mundo ha dado lo mejor de sí mismo, algunos olvidando la oportunidad cercana de hacer cumbre por ayudar a un amigo.

 

Como decía al principio, nunca olvidaremos esta gran experiencia vivida en el Gasherbrum II a finales de julio de 2006.

  

                                                                       Campo Base a 29 de Julio de 2006.

 

                                                                                  Javier Dumall Puertolas.

  

 

 

16 comentarios

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Marga, Javi, Hugo y Celia -

Leímos tu crónica el domingo y la volvimos a leer el lunes y el martes y de nuevo hoy. La emoción no para quieta. Que bonito y feliz habéis hecho este verano de 2006. Un besazo gordo. Ánimo y volver pronto.

Sagrario y Mamen -

Hay una frase muy dura: "La montaña es para quien se la merece"... En este caso es "Ella" quien ha tenido el honor de recibir en sus aposentos a los Mejores Caballeros del Reino de los Sueños Imprescindibles. Gracias por ser como sois. Os esperamos!!!

Emilio -

Lo único que puedo decir es ¡Enhorabuena! y un fuerte abrazo para todos. Hasta pronto.

Pincho -

Madre mia, sois la ostia.

Habra que azufrarse bien en Jaca pa'celebrarlo.
Un saludo desde China

Marta -

En un "ciber" no parecía muy apropiado dejar caer las lágrimas, pero la verdad, querían salir varias veces al leer algo tan emocionante, sentido y bien transmitido, Javichu. Me ha venido a la mente una frase que leí hace poco, no recuerdo dónde ni de quién..."la montaña no hace más grande a quien mas alto sube, sino a quien en ella engrandece sus sentimientos" Un abrazo y buen retorno.........Marta (Chisco no esta ahora, pero también)

Chema -

No tengo mucho que añadir a mi comentario del viernes. Al leer la crónica de Alberto sentí cómo un escalofrío me recorría todo el cuerpo, no quedando una sóla célula al margen de lo que estaba leyendo y sintiendo. Muchas veces se dice que la capacidad del ser humano no conoce límites, y es verdad. Creía que había tocado fondo, pero al leer tu crónica, Javichu, me he dado cuenta de que todavía había más margen para el orgullo y para la emoción, sintiéndome más cerca de vosotros, porque con ese relato tan pormenorizado has conseguido que estuviésemos ahí, subiendo con vosotros, jadeando con vosotros, hollando la cumbre con vosotros, estremeciéndonos con vosotros y entregándonos con vosotros en esa empresa de subir y bajar todo el grupo como una piña, con la alegría de haberlo conseguido, pero con la humildad de sentirnos pequeños ante ella, ante la montaña. Tan femenina, tan bella, tan salvaje, tan atactiva, tan cautivadora, tan voluble... qué nos atrae de ella? cada uno tendrá una respuesta, pero lo que está claro es que pocas actividades humanas, como el acercamiento a ella, se prestan para exprimir tanto al ser humano, y como el grado de nobleza, coraje, entusiasmo, valor y entrega con el que se aborda es extraordinario, no saca de cada uno más que lo que hay. Reitero mi enhorabuena por todo lo vivido y que tengáis un regreso por el Gondogoro lo más razonablemente plácido que podáis. Un abrazo muy fuerte desde la ribera del padre Ebro.

mujer de lluvia -

Mucha fuerza...
que los apus y dioses de las montañas y los astros los protejan...
A cumplir sus sueños!!!
Suerte valientes

Dimitri -

Tú si que enorgullecer a quien te conocer, Javichu. AHorrrrra Dimitrrrrri entenderrr porque tú tan callado siempre, canalla, se ve que lo llevas dentrrro.
Rrrrrrrrepito tovarich, muy bien, muy bien.
Y eso que mi alma de ukrrrrraniano, que ha visto los efectos de Chernobil de cerrrca no te perdona esos cigarrrros ( aunque muy bien por rrrrrecogerrrrr colillas, eso te da 10 puntos extra). Ya sabes que Dimitrrrri querrrerte y por eso doler que tú envenenarrrrrr.
Los extraños permitir a Dimitrrri pub antitabaco, Yakooyo ( gracias en español)
Esto no ser rrrrreprrrroche sólo ánimo para que nos veamos más y siemprrrre con buen rrrrolllito ( como decirrrr espñoles) y a serrrr posible en innumerrrrables aventurrrras.
Te quierrrrrre como nunca tu admirrrrador.
Dimitrrri

Isabel, Xabin y tu mami -

Javichu, nos has puesto la carne de gallina y ya sabes que, como somos una familia muy numerosa, cada uno lo está viviendo a su manera desde su sitio. Lo que sí está claro es que nos sentimos "mu" orgullosos de nuestro germo y de que tenemos muchas ganas de verte para que nos cuentes y nos enseñes todas las fotos que habéis hecho. Muchos besos y enhorabuena para todos.


Gloria -

Acababa de mandar un mensaje acordándome de tu madre y justo me he encontrado con tu crónica.

¡Qué bien transmitís las vivencias!

Tú a mi no me conoces, pero yo a ti sí y sé que no sólo tienes el arrojo y la valentía de subir un 8000; que igual que haces cumbre,apagas un incendio sin la ayuda de nadie.

Enhorabuena por ese coraje.