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Gasherbrum II 2006

CONFESIONES EN LA COCINA

CONFESIONES EN LA COCINA Los días de mal tiempo en un Campo Base siguen siempre una tónica similar, aunque por fortuna, siempre puedan haber momentos que rompan la monotonía de la rutina diaria. Son días de descanso, de relajación y de nostalgia, de hablar mucho o de leer mucho, según se lo pida a uno el cuerpo. Cuando sobre las 0430 h comienzan a dar sobre la tienda los primeros rayos de luz del día, uno agudiza el oído intentando averiguar si esos copos de nieve que desde el pasado día 12 golpean insistentes la lona  de la tienda han parado durante la noche; y la triste confirmación, obliga a prepararse mentalmente para una nueva jornada que comienza, en ese preciso momento, arrebujándose en el saco de dormir e intentando afrontar con las mayores ganas posibles el nuevo día de Campo Base. Hacia las ocho de la mañana, con la puntualidad que de nuevo te pida el cuerpo, nos juntamos en la tienda comedor. Tras el desayuno, unos se dedicarán al aseo, otros al lavado de ropa, otros se enzarzarán en animada polémica si el tema del día da para ello…A veces, como ayer, el requerimiento de la presencia de nuestro doctor por parte de la expedición “andaluza-riojana-extremeña”, será la excusa para pasar toda la mañana con ellos y debatir sobre temas de actualidad. Otras veces el cumpleaños de algún miembro de la expedición, como  sucede hoy con el de Quique Rapún, servirá para preparar con ilusión una comida especial y hacer brotar un rato entrañable entre nosotros. Por la tarde, los íntimos momentos de cercanía que proporcionan los correos y llamadas de los nuestros, serán los que, sin duda,  más nos harán cargar las pilas. O también, esos comentarios de ánimo y apoyo que leemos en la web de la expedición; y por supuesto esa noticia ansiada y esperada que nos confirma que nuestros amigos del trekking han alcanzado sin novedad Skardú, tras cruzar ese espectacular paso, que tan lejano vemos ahora nosotros, del Gondogoro La. Sin embargo, hay un momento del día, institucionalizado ya en anteriores expediciones, que suele depararme momentos de profunda reflexión y cierto misticismo. Es en ese momento mágico del atardecer, en las horas que preceden a las primeras sombras de oscuridad, cuando fiel a mi costumbre suelo acercarme a la cocina a conversar con nuestro cocinero y su ayudante y echar un té mientras intento aprender alguna palabra de su lengua o acercarme algo más a su forma de vida y de pensar. Normalmente estos momentos de confraternización deparan en mí reflexiones profundas y suelo acostarme con ellas. Son vidas ejemplares, de abnegación y sacrificio, de dedicación, de superación y de tantos y tantos valores que en ocasiones olvidamos en occidente. Zulfi, nuestro cocinero, tiene 32 años y dos hijos. Posee esa mirada alegre y vivaz de las personas inteligentes que he podido observar en otras ocasiones en estas tierras. Su barba recortada y cuidada delata sus profundas convicciones religiosas; es ismailita, originario del valle de Hunza, lugar donde se profesa con mayoría esta confesión. En un inglés muy aceptable, aprendido en su trato con los turistas, me habla de las costumbres de su tierra, del desconocimiento que tenemos de esa zona norteña de Pakistán donde las mujeres no van tapadas y trabajan en igualdad de condiciones que los hombres; del desasosiego que como consecuencia del 11 de septiembre impera entre ellos, y de no sentirse queridos por nosotros; me relata sus expediciones y  sus viajes al sur del país para buscar trabajo, cuando acaba la temporada  de verano. Recuerda, con cierta nostalgia, los meses que estuvo trabajando para Naciones Unidas en Cachemira, realizando tareas de valoración de daños del terremoto, y donde por primera disfrutó de un sueldo en condiciones. Hablamos de política, de religión, de comercio y de futuro, de relaciones entre países y de acuerdos; me cuenta por ejemplo, que como consecuencia de los lazos establecidos tras siglos de comercio a caballo de la antigua ruta de la seda, para los habitantes de su provincia no es necesario tener visado si visitan la región china del Xichiang.  Y también me habla de educación, del verdadero motor de esa vida sacrificada que lleva y que le obliga a estar meses sin ver a su familia, de esa esperanza, que también he encontrado en otros países, de que sus hijos vivan una vida mejor que comienza precisamente por tener la posibilidad de estudiar lo que ellos no tuvieron oportunidad.  Y para ello, me confiesa, al próximo año ha acordado con su mujer trasladarse él sólo a Islamabad y buscar un trabajo mejor remunerado, algún puesto en alguna embajada o donde pueda conseguir un sueldo aceptable; por apenas 100 ó 200 euros al mes, en el mejor de los casos, está dispuesto a ver a su mujer y sus hijos una vez cada cuatro o seis meses… Adil, el ayudante de cocina, tiene 22 años, se casó con 15 y ya tiene tres hijos. Es originario de Machulo, un pueblo de unos 700 habitantes del valle de Hushé. Su fisonomía dura y sus toscos ademanes son la muestra del agudo contraste que se vive en estas tierras. En un críptico inglés me dice que en su pueblo lo normal es tener unos nueve hijos y que él cree que se quedará en cuatro. Por un momento me remonto diez años en el tiempo y recuerdo cuando nuestro porteador de altura nos invitó a comer en su casa en Machulo al final de la expedición. Era un pueblo cuidado y rodeado de verdes huertas, con multitud de niños por las calles; sin escuela, donde los inviernos son largos y muy duros. Ahora, me dice con orgullo, los niños van tres años a la escuela y han construido nueve mezquitas. No salgo de mi asombro, nueve mezquitas; incrédulo le  pregunto cuántos líderes espirituales hay en su pueblo y me contesta que unos veinte… Tras la cena, y mientras algunos se quedan viendo una película en el ordenador, me meto rápido en el saco y me sumerjo en un sueño profundo, dónde por un lado aparecen una tierra y una gente que anhela mejora y progreso y por el otro un Pakistán profundo, detenido en el tiempo del siglo XXI. 

Cte. Alberto Ayora

Grupo Militar de Alta Montaña.

8 comentarios

Adela Morante -

Alberto me han encantado tus comentarios y crónicas.Tienes buena pluma y sabes transmitir lo que tu estás viviendo y experiementando.Vas almacenando una gran sabiduria en tu corazón.Mucho ánimo y fuerza.Un fuerte abrazo Adela

Susana Gil -

Muchísimas felicidades desde Barcelona. Animo a todos y feliz regreso.

manuel garcia barba -

señor alberto, con usted aprendí muchas cosas y lo mas bonito la libertad que te da la montaña que siempre se lleva en la sangre.estoy muy contento tanto con su trayectoria militar como deportista.un saludo muy grande y enhorabuena.manuel_131069@hotmail.com

Miguel peco -

Alberto, ¡estás hecho un artista del relato! ¿Qué tal os va?. Tras "sobrevivir" varios días en la playa (je,je...), he encontrado en mi buzón vuestra postal firmada y..., bueno; lo primero es lo primero: felicidades, Quique;; aunque no tenga la suerte de conocerte. El caso es que recibais un fuerte abrazo, que tengais mucha suerte y que espero que estas pocas letras os ayuden a pasar mejor los ratos aburridos.

Pala y Maria -

¡¡¡FELICIDADES RANTAN!!!
¿Alguna vez lo has celebrado en un sitio mas especial? Disfrutalo.
Un abrazo enorme

Gloria -

Después de conocer esa noticia ansiada y esperada por todos de que nuestros amigos del trekking han alcanzado sin novedad Skardú, os deseo que mejore el tiempo y que podais conseguir vuestro objetivo.
Suerte y feliz regreso.
Gracias por tus comentarios Alberto, haces que nos sintamos más cerca de vosotros.

MAMEN -

Ese Rantan!ese Rantan! Eh! Eh !.Muchísimas felicidades desde aquí, esperando que sea una celebración de altura.Te deseo todo lo mejor y mucha suerte en esta aventura.besazos

Family Trap -

Kike Felicidades!!!!!!!!!!!!
Los años a tanta altura son los mismos? Chin,Chin!!! Ya brindaremos a la vuelta Animo a todos y a celebrarlo Besos de parte de todos